Siendo un joven adulto, José Hernández comenzó a mostrar un comportamiento que la sociedad consideró extraño, lo que resultó en su exclusión y en que se sintiera incomprendido. Esto le dificultó enormemente conseguir amistades, pareja o trabajo.
Afortunadamente, una parte de su familia fue su mayor apoyo. Sin embargo, otros, como su padre, no hicieron el menor esfuerzo por entenderlo y lo trataban como a un loco. José Hernández, nacido en Panamá el 27 de julio de 1981, padece esquizofrenia.
Debido a su condición, le otorgaron en su cédula de identidad personal un certificado de discapacidad mental, lo que le permite recibir un fondo económico.
José era un joven guapo y carismático, con un gran futuro por delante, pero algo cambió en él. Una noche, mientras estaba en casa con sus dos hermanas menores, la más pequeña escuchó sonidos extraños provenientes de la habitación de su hermano. Inmediatamente avisó a su otra hermana, y ambas fueron a ver qué sucedía. Al abrir un poco la puerta, vieron a su hermano mayor riéndose y hablando solo de manera animada. Fue en ese momento cuando su familia se dio cuenta de que algo le ocurría a José.
La familia, que era muy pobre, no sabía cómo ayudarlo. Las personas a su alrededor, incluidas sus hermanas menores, comenzaron a temerle debido a su comportamiento, pues no lo comprendían.
Su madre siempre lo apoyó, intentando unir a la familia y evitar que se le viera como alguien diferente. Ella fue su mayor soporte.
Con el tiempo, su madre se separó de su padre, quien solo era un maltratador y nunca quiso entender a su hijo. Ella buscó la ayuda de un psicólogo, quien diagnosticó a José con esquizofrenia.
Algunos de sus comportamientos más recurrentes incluían reírse solo, hablar y correr mirando hacia arriba, diciendo que alguien lo estaba siguiendo. Para controlar estos episodios, José tomaba medicamentos cada ocho horas. Además, comenzó a asistir a sesiones con el psicólogo, lo que ha contribuido a su progreso.
Gracias al apoyo de su familia y al esfuerzo de su madre, José ha avanzado significativamente. Aunque parte de la sociedad aún lo excluye y lo trata como un loco, él no se rinde y sigue adelante.
Hoy, a sus 43 años, José Hernández estudia Medicina en la Universidad de Panamá. Aunque sigue experimentando algunos ataques, ha mejorado considerablemente. Vive con su padre, quien ha cambiado mucho su actitud y ahora también lo apoya.
Personas como José son a menudo marginadas por sus comportamientos “extraños”. Muchas veces, sufren abusos y son manipuladas. Ellas merecen ser respetadas por sus derechos como seres humanos, y no deben ser abusadas de ninguna manera. Lamentablemente, muchos se aprovechan de su vulnerabilidad para hacerles daño. Debemos ser más empáticos y tolerar las diferencias que nos hacen seres humanos únicos y maravillosos, para lograr una mejor sociedad.
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