Tristes recuerdos del corazón

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Massiel Morales

Hace mucho tiempo, había una niña muy feliz a la que le encantaba la escuela y era la más inteligente de su clase. Sin embargo, desde pequeña era insegura debido al color de su piel, ya que sentía que los demás la trataban como si fuera inferior y la utilizaban.

Sus compañeras de clase le hacían bullying y la llamaban "negra". Al llegar a casa, se encerraba en su cuarto a llorar, sin entender por qué la trataban así, por qué sus compañeros eran tan crueles ni por qué la criticaban constantemente.

Con el paso de los meses, aprendió a no prestar atención a los insultos y decidió seguir con su vida, aunque en el salón la golpeaban. Tenía miedo de contarle a sus padres o a sus profesores lo que estaba viviendo.

Era una niña inocente y confiada, lo que facilitaba que la maltrataran. Al año siguiente, sus "compañeros" continuaban molestándola hasta hacerla llorar y odiarse a sí misma. Esto la llevó a tener problemas con su madre por el bajo rendimiento académico.

Sentía que todo el mundo la odiaba, la criticaba y la golpeaba solo por ser "negra". En una ocasión, le arrojaron basura encima en la escuela y unas compañeras le cortaron el cabello con tijeras mientras le decían que su pelo parecía una esponja de alambre, que era feo y olía mal. Este incidente provocó sanciones para los estudiantes que la maltrataron.

Durante ese tiempo, no logró hacer amigas debido a su color de piel. Pensaba que la sociedad solo admiraba a las personas blancas y menospreciaba a las negras, tratándolas como inútiles.

Eventualmente, cambió de colegio y comenzó una nueva etapa en su vida. Decidió amarse a sí misma, aprendió a apreciar su cabello, cuidarlo y mantenerlo saludable. Ya no le importaban los comentarios negativos sobre su apariencia, aunque en algunos lugares seguía recibiendo insultos como: "Esclava, tráeme esto", "Eres una sucia, ¡qué asco!" o "¡Qué fea!, pareces un charco de lodo".

Con el tiempo, hizo amigos de su mismo color de piel en su nuevo colegio y juntos organizaron una protesta contra el racismo, denunciando el maltrato y el desprecio. Gracias a sus acciones, empezaron a ser tratados como los demás y se comenzó a notar una mayor igualdad en su entorno escolar.

Ahora, ya adulta, ha dejado de preocuparse por su apariencia, aunque a veces recuerda con tristeza los insultos, los golpes y la soledad que experimentó durante su infancia. Comprendió, finalmente, una lección importante, que se ha convertido en su frase favorita: "Las personas hacen daño a los demás solo para encajar y obtener la aprobación de los demás".

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